ANTES DE LEER TENGO QUE PENSAR
¿Es de una fuente fiable?
¿Tengo que creer todo lo que me dicen?
¿Qué objetivo tiene la persona que lo escribe?
¿Respeta las normas básicas de un texto público? (respeto básicamente)
¿Tengo que creer todo lo que me dicen?
¿Qué objetivo tiene la persona que lo escribe?
¿Respeta las normas básicas de un texto público? (respeto básicamente)
¿Me interesa el tema?
¿Y yo, qué opino?
¿Y yo, qué opino?
La Justicia española dice que no es violación, es abuso. Por lo tanto, 9 años de prisión, de los cuales ya han cumplido 2.
Vivo en un país en el que no se considera agresión sexual
que 5 hombres me metan de noche en un portal, agarrándome de las
muñecas, cuando estoy en estado de embriaguez, aprovechando su evidente
superioridad física y numérica. No se considera agresión sexual que me
penetren simultáneamente – a mí y a mis 18 años – por la boca, por el
ano y por la vagina mientras me graban con sus móviles. No se considera
agresión sexual que, en esas condiciones, eyaculen dentro de mí y lo
hagan sin preservativo. No se considera agresión sexual que ellos estén
tan cachondos como eufóricos, jaleándose y pidiendo a gritos turno para
metérmela, mientras yo no hago ni la más mínima muestra de estar
disfrutando de la situación. Vivo en un país en el que no hay ni rastro
de agresión sexual en que los que hablaban de que “hay que llevar
burundanga, que luego queremos violar todos” difundan vídeos con
contenido sexual en los que yo aparezco. Siete vídeos explícitos en los
que se ve cómo me humillan y me vejan. No hay rastro de agresión sexual
cuando, después de su fechoría, ellos se van a seguir la fiesta y a mí
me dejan tirada en el portal, sin ropa, robándome el móvil antes de
marcharse para que no pueda ponerme en contacto con nadie. Nada hace
pensar que haya sufrido un agresión sexual aunque esté sola de
madrugada, llorando en un banco de una ciudad desconocida, hasta que una
pareja me encuentra y llama a la Policía. No hay agresión sexual aunque
los guardias, el personal médico y mi estrés post-traumático digan lo
contrario. No hay agresión sexual aunque, dos años después, siga
necesitando asistencia psicológica. No hay agresión sexual porque la
educación sexual en mi país nos la ha enseñado el porno.
Vivo en un país en el que la Justicia da carta blanca a
violadores y asesinos y me dice que si siento que me van a violar, no
puedo entrar en estado de shock. Tengo que gritar mucho, patalear una
barbaridad y oponer toda la resistencia física que mi cuerpo me permita
para que me hagan daño. Para que se me note después. Sangre, moratones y
alguna fractura, como mínimo. Para que controle ese instinto de
supervivencia que me sale en situaciones de pánico y, en vez de
enfrentarme a esas bestias contra las que sé no puedo, decida volverme
tan loca que mi asesinato pueda ayudar a que alguien ahí fuera crea mi
versión. Vivo en un país en el que aceptar ser violada para poder seguir
con vida no se entiende. “Si no quería que la penetraran entre cinco,
¿por qué no se marchó de allí?” De aquella ratonera. No puedo con uno,
estando en plenas facultades, y quieren que pueda con varios, sin
estarlo. Pero también vivo en un país en el que enfrentarme a mi
violador, sabiendo las consecuencias fatales que puede tener, tampoco se
entiende. “¿A quién se le ocurre plantarle(s) cara sabiendo que tiene
todas las de perder?” Además, si les denuncio, me dicen que es mentira.
Que les quiero joder la vida, aunque no les conozca de nada. Y si no les
denuncio, me dicen que porqué no lo hago si es verdad. Que cómo soy tan
tonta.
Vivo en un país en el que, haga lo que haga, las preguntas
siempre me las hacen a mí. Supongo que la sociedad se centra en lo que
yo hago (o dejo de hacer) porque todavía no tienen el valor suficiente
para preguntarse a sí mismos qué estamos haciendo mal para que lo que me
hicieron a mí, se lo hagan – con total certeza – a tres mujeres al día
en España. Qué estamos haciendo mal para que sólo una de cada 8 mujeres
violadas en nuestro país decida presentar una denuncia. Qué estamos
haciendo mal para que sigamos siendo objeto de uso y consumo. Vivo en un
país en el que todavía le debemos nuestro cuerpo a ellos. Se nos
cosifica hasta la saciedad y, al final, somos eso. Sólo un cuerpo.
Inerte. Un cuerpo. Sin vida. De hecho, mira hasta qué punto se nos
cosifica que, aunque parezca increíble, muchos aún no tienen claro
cuándo estamos disfrutando y cuándo estamos sufriendo. Les importamos
tanto que no lo saben diferenciar. Sólo somos un cuerpo. Sin más.
Vivo en un país en el que sé que antes de tener 25 años,
podré volver a encontrármelos en cualquier calle, en cualquier fiesta,
en cualquier ciudad. A José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Jesús
Escudero, Ángel Boza y Antonio Guerrero (de izquierda a derecha en la
imagen). Podré cruzármelos de nuevo y será entonces cuando todos los
pedazos que intento reconstruir a diario, vuelvan a tambalearse. Por mí y
por todas mis compañeras. Pero seguiré luchando con objetivo muy claro.
Como decía la yaya, “que lo que no tuve para mí, sea para vosotras”.
Hermanas.